Anegado AM

Son casi las seis de la madrugada y mientras terminaba de sumar algunos blogs que me parecen un verdadero aporte, me percato de que el sonido de un extraño tic tac no emanaban del reloj, sino más bien del techo de este cuarto que alberga mi oficio. Y bueno, para ser justo con la fonética, más bien se trataba de un plic- plac o como suene la maldita seguidilla de gotas en el piso.
Al menos no tengo que lamentar daños en mis libros. Sólo este dilema de onomatopeyas.
Y todo salvo la alfombra ha salvado ileso. En todo caso, era de los que más apetecía una lluvia y quizá es culpa de ésta -maldita fascinación esa de andar buscando culpables- que me haya embarcado en los mares de la blogósfera.
Es de esperar que un rato más no tenga que levantarme con la competencia de los colegas por quién tiene más agua hasta el cogote.
Imposible no pensar en Copeva. Ni traer a mi mente las imágenes de los inviernos barrosos. Que patudez la mía de hablar de inundado cuando ni siquiera soy capaz de transmitir el ensordecedor plish - plash de las lágrimas de un depresivo Isidro.