MUERTO Y SIN HONORES

Sobre los dichos del Comandante en Jefe del Ejército chileno, Oscar Izurieta, me parece que no son de buena crianza. Quizá si es mérito de él hablar con franqueza sobre lo que piensan sus hombres. Lo que sienta el Ejército chileno no puede seguir siendo un sentimiento ajeno a la realidad chilena. Quiero creer que el jefe castrense es obediente a la democracia, pero no podemos olvidar que los candidatos hablaron en campaña de no merecer los honores de Estado y recuerdo que Bachelet habló de que esto “dañaría la conciencia de Chile”, por lo que a mi juicio está claro. Además de que políticamente está muerto y ya ninguno de sus percherones seguidores ya lo avala. Su funeral debiera estar más vacío que su último cumpleaños.
Por otro lado se trata de cuestiones de protocolo que no son obligatorios. Si no hemos sido capaces de darle una salida honorífica a los dolores nacionales no podríamos desde mi punto de vista darle honores al autor intelectual de estos.
A propósito de la muerte del paraguayo Strossner, es un hecho de significado político importante, es un tema muy adecuado para el debate. Más allá de que el infierno se guarde el derecho de admisión y que la maldad insertada en nuestra sociedad no sea una condición personalista. La mala hierba sí va a morir en algún minuto y deberíamos tener claro cuál será nuestra acción en ese momento, aunque se diga que no existe el muerto malo, la excepción hace la regla.