Bitácora de una pluma enfermiza URBE + POEIA + MOVIMIENTO

2.08.2008

Contra la Amnesia Obstinada


La sala del Cine Normandie estaba llena, como nos gusta verla -quizás no como de costumbre-, faltaban sólo representantes del Estado chileno, que producto de los momentos álgidos en las relaciones internacionales con Lima, uno podría suponer, decidieron erróneamente desentenderse de una actividad tan emblemática como ésta. Caliche Sangriento es la película que faltaba por tener viva entre los títulos a consultar que dieron vida al “Nuevo Cine Chileno”, que de nuevo hoy por hoy es bastante poco, pero que están como nuevas y con varias de ellas con argumentos que no pierden vigencia.

Cientos de historias se traman en el proceso de un largometraje. Expectativas, mixtura de artistas y técnicos, equipos, anhelos y esfuerzos, de modo elíptico o directo, manifiestan retazos del pasado, de la memoria. Una cosmovisión que se pierde si la película que es de material orgánico y sensible no está bien conservada o si se la abandona en un archivo sin las condiciones que ameritan. Cada plano es una forma única de mirar. Cada toma, una postal. Cada escena, un álbum en actividad. Cada película, un documental histórico. Difícil es por estos días comprender que el legado cinematográfico no es instantáneo ni inmediato como lo es en la actualidad la mayoría de nuestras acciones culturales.

El reestreno tras casi cuatro décadas desaparecida de Caliche Sangriento de Helvio Soto por parte de los restauradores Luis Horta y Francisco Venegas, nos debería generar una alarma, o al menos prender una señal de alerta frente a nuestra memoria y nuestra escasa capacidad de hacernos cargo de nuestro pasado cinematográfico y de otras artes, como la música y la literatura.

En el caso del cine es prioritario seguir el ejemplo de Carmen Brito. Ella que nos dice que vive pasándose películas es el ícono del trabajo de muchos que desde la investigación o en la técnica misma de la restauración nos han dado la posibilidad de conocer qué pasos han seguido los cineastas en Chile. Sus obsesiones, sueños e imágenes que el tiempo ha ido borrando pero el que deberíamos tener la oportunidad de aplaudir. El ejemplo de Brito ha motivado a jóvenes amantes de lo viejo -en sus palabras- a sacar del baúl de la amnesia a importantes gestores de nuestra identidad, como el caso de Horta y Venegas para el caso de don Helvio, que hacen este esfuerzo porque les significa, “una película emblemática” dicen los gestores de este rescate fílmico. Emblemático decimos nosotros es el ejemplo que dan a sus pares, que desde una óptica generosa no se preocupan por juntar dinero y hacer sus propias películas como les advirtiera el propio Soto.

Nuestra incapacidad de hacernos cargo del pasado nos hace lamentar hechos bochornosos de nuestra historia en materias de patrimonio fílmico. Saber que muchas de las películas de la etapa del cine mudo que fue ampliamente desarrollado en Antofagasta terminaron vendiéndose como materia prima para hacer peinetas nos debería dar vergüenza y continuo sosteniendo debería porque aún faltan gestos para que de una vez por todas haya una política sistematizada del rescate y que los esfuerzos de Brito y otros más no se vean minimizados por síntomas que le son externos como el financiamiento.

Debería motivarnos a que exista una ética comprometida desde la autoridad para lograr desenterrar más joyas del cine chileno y pasearlo por los rincones de Chile y sus escuelas, haciendo partícipes a las nuevas generaciones de la mágica aventura del cine de antaño.

Deberíamos avergonzarnos porque generaciones enteras han perdido su paso por el tránsito histórico del que no deberíamos sentir vergüenza, sino un orgullo por la magia que se plasmó en esos celuloides del pasado. Las peinetas de la mala memoria nos recuerdan lo que debería ser y hacerse en una nación conciente de su legado y que su paso por el tiempo no ha sido en vano.

Como en el fútbol el mejor ataque es la defensa, en el ámbito cultural podemos decir que no hay mejor manera de potenciar una industria como la audiovisual que teniendo en nuestras manos los títulos que fundan su camino al desarrollo.

Fernando Caro
editor Revista ONOFF